Demencia, prevención y factores de riesgo

El número de personas con demencia está aumentando a nivel mundial, lo que representa uno de los mayores retos de salud pública. Al día de hoy, 47 millones de personas en todo el mundo padece esta enfermedad, y se estima que esta cifra se elevará a 75 millones en el año 2030, y a 132 millones en 2050. El 58% de estas personas vive en países de ingresos medios o bajos, proporción que ascenderá a 68% en 2050 (1).

 

La importancia de esta condición llevó a la revista The Lancet a conformar una Comisión sobre Prevención, Intervención y Atención de Demencia con el fin de sintetizar el conocimiento existente sobre el tema. Por mucho tiempo, esta enfermedad ha sido considerada no prevenible y poco tratable. Pero en los últimos años se ha evidenciado un progreso tanto en el conocimiento de los factores de riesgo como en su manejo una vez instaurada. Sin embargo, el rastreo masivo de demencia no ha evidenciado beneficios (o los mismos han sido inciertos) (2), con lo cual no se encuentra recomendado, si bien ciertos grupos advocan por realizar rastreo en individuos de alto riesgo. Pero una vez superada la etapa de rastreo y ante la presencia de síntomas de deterioro cognitivo, la realización del diagnóstico en el momento oportuno se vuelve importante: cuidando de no calificar como “demente” a una persona con deterioro cognitivo leve, resulta importante también explicar y discutir con el paciente la progresión de la enfermedad en un período en que éste aun pueda comprenderla, a fin de que sea capaz de establecer su plan de cuidados, ya que la evolución de la misma implicará una alteración de su capacidad para entender adecuadamente las expectativas y opciones de tratamientos, así como para tomar decisiones y comunicarlas adecuadamente.

El reporte de esta Comisión fue recientemente publicado, y contiene información sobre prevención, detección precoz, diagnóstico y tratamiento (3). Ha sido el primero de estos ítems, la prevención, uno de los que más ha llamado la atención a partir de su difusión.

 

El informe divide los factores de riesgo entre los no modificables, responsables en un 65% de los casos de demencia, y modificables, responsables del restante 35% (ver figura). Es en estos últimos en los que se centra gran parte del apartado relacionado a la prevención, punto de vista muy interesante si se considera que no hasta hace mucho parecían no existir estrategias preventivas para esta enfermedad. Así, considera 9 factores de riesgo modificables: educación (nivel primario o menor), pérdida auditiva, depresión, aislamiento social, hipertensión arterial, obesidad, tabaquismo,   Figura 1: modelo de contribución a lo largo               sedentarismo, y diabetes (3); cabe 
de la vida de los factores de riesgo de demencia      destacar que los 5 últimos son

modificables (de Livingston G et al, 2017) (3)            factores de riesgo clásicos de                                                                                   enfermedad vascular.

 

Sin embargo, es importante remarcar que la existencia de factores de riesgo potencialmente modificables no quiere decir que toda demencia sea prevenible, sino que, adecuadamente tratados, el riesgo de padecerla disminuye. El reporte recomienda entonces el tratamiento activo de la hipertensión arterial entre los 45 y los 65 años, y en los mayores de 65 años sin demencia, con el fin de reducir la incidencia de la enfermedad. Asimismo, recomienda la creación de programas de educación, de ejercicio, de cesación tabáquica, y de mantenimiento de las relaciones sociales, así como el tratamiento de la disminución auditiva, depresión, diabetes y obesidad, ya que potencialmente podrían prevenir o al menos retrasar un tercio de los casos de demencia (3).

A la luz de estas recomendaciones, se puede reflexionar acerca de cuál es nuestro rol como médicos de familia en la prevención y el tratamiento de esta enfermedad. Disminuir y retrasar los casos de demencia a nivel poblacional requiere políticas de salud pública cuyos diseños escapan a nuestra práctica cotidiana. Sin embargo, no es poco lo que podemos hacer desde nuestros consultorios: brindar información veraz y adecuada a nuestros pacientes; fomentar cambios en hábitos poco saludables; tratar la mayoría de los factores de riesgo mencionados (los cuales se encuentran también asociados a aumentos de la morbimortalidad a través de otros desenlaces o son fuentes de padecimiento en si mismos, como la depresión). Y, pensando la demencia no como una condición que requiere manejo exclusivo del especialista sino como una enfermedad crónica prevalente, una vez instaurada, el enfoque pasa a ser similar al que manejamos con otras enfermedades de este tipo, siendo tanto el seguimiento y tratamiento clínico como la articulación de cuidados y el acompañamiento al paciente y sus familiares tareas esenciales de los médicos de cabecera.

 

Referencias.

1. International AsD. World Alzheimer Report 2015. The Global Impact of Dementia. An analysis of prevalence, incidence, cost and trends. London: 2015.

2. United States Preventive Services Task Force. Cognitive Impairment in Older Adults: Screening. Recommendation Summary 2014. Disponible en: https://www.uspreventiveservicestaskforce.org/Page/Document/UpdateSummaryFinal/cognitive-impairment-in-older-adults-screening.

3. Livingston G, Sommerlad A, Orgeta V, Costafreda SG, Huntley J, Ames D, et al. Dementia prevention, intervention, and care. Lancet. 2017.

Dra. María Victoria Salgado

Médica de Familia

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